Antonio Muñoz Molina, Las apariecias.
-Salía temprano recién duchado, animoso, sacaba el coche del aparcamiento, levantaba el capó para revisar el motory comprobar el aceite, porque cuando uno se dispone a emprender un viaje tan largo conviene extremar la prudencia, y los vecinos de las casas próximas, a vigilar la calle desde sus ventanas con visillos, lo imaginaban razonable y enérgico, y pensaban que poco a poco se iría labrando una posición mejor, porque sabía ganarse la confianza de sus jefes y sus clientes y desconocía el desánimo y la indolencia.
Muy bien.
ResponderEliminarCorrige un detalle:
al (con l) vigilar...